Hacia los 4.000 a.C-500 a.C., en el Período Formativo, las culturas precolombinas habrían comenzado a desarrollar piezas cerámicas con decoraciones geométricas o esculturas fito, zoo y antropomorfas (elementos morfológicos), que daban cuenta de un desarrollo cultural notable.
Este proceso se realiza pisoteando el material con los pies descalzos, así se localizan las piedras y se eliminan las burbujas de aire que están aprisionadas en la mezcla, compactándola de forma idónea, este procedimiento dura alrededor de 1 a 2 horas.
Para la fabricación de la cerámica no se emplean tornos, más bien se mantiene la tradición de ir y venir de forma circular sobre una botija grande dispuesta boca abajo, que sirve de soporte para dicho fin; esta actividad se conoce como shiminchir, término quichua que significa sacar la boca; terminando este proceso con incisiones a modo de decoración. Después de reposar la actividad sigue con los golpeadores para darles forma, compactando las paredes de la pieza. La última etapa antes de la quema es el quinado, término que proviene de la palabra quichua quina, que significa rojo, es decir, se pinta la parte del pecho de la cerámica de color rojo a modo de decoración, este material también se extrae de zonas aledañas al sector. La quema se realiza al aire libre, lo que brinda a las piezas una oxigenación y aireación ideal a temperaturas que sobrepasan los 450 °C, dando como resultado una cocción de tipo oxido férrico.
La mayoría de las mujeres alfareras salían a mashcarir (intercambiar o realizar trueque) a sectores como Déleg, Gualaceo, Paute, Cuenca, Girón, Cañar y otras, cargando sus ollas a pie, se intercambiaban por maíz, cebada, papa, frutas o animales menores, pocas veces se las vendía debido a que los precios eran muy bajos.
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